La brevedad del ser, la eternidad del alma.
(Cientos de pájaros sobrevuelan la azotea chillando. En el
centro, NIÑA permanece tumbada justo en
línea que delimita la parte diurna de la nocturna. Su rostro, mitad iluminado
mitad en la penumbra, es una máscara de tristeza, ojos perdidos en el cielo, delgada
línea dibujando sus labios. En ambas partes el HOMBRE BORRACHO CUENTISTA y NIÑO
la observan apesadumbrados)
NIÑO: ¿Qué le pasa?
HOMBRE BORRACHO
CUENTISTA: Algo ocurrió ahí abajo,
supongo (señala a la Tierra con un gesto de cabeza) Según me ha dicho, allí ocurren más desgracias que
alegrías.
NIÑO: Nunca la había visto así.
HOMBRE BORRACHO
CUENTISTA: (dirigiéndose a
NIÑA) ¿Te apetece un trago?
(Silencio)
HOMBRE BORRACHO
CUENTISTA: Eso normalmente la
animaba.
NIÑO: Tampoco quiere jugar, ni dice nada.
(Los pájaros graznan, una pluma cae lentamente desde el
cielo. NIÑA se incorpora y la coge al vuelo, sopla sobre ella, y la pluma
empieza a deshacerse en nuevos pájaros que se van sumando a la bandada que le
sobrevuela. Suspira, entre sus dedos aparece una fotografía en la que se
dibujan dos rostros sonrientes. La deposita en el suelo, frente a ella. La
parte nocturna cubre uno de los rostros)
HOMBRE BORRACHO
CUENTISTA: Ahora entiendo... Una de
las mayores desgracias que pueden ocurrir ahí abajo es que alguien a quien
queremos se vaya para siempre.
NIÑO: ¿Un viaje del que nunca vuelve?
HOMBRE BORRACHO
CUENTISTA: Un viaje para toda la
eternidad, y el cual estamos destinados a realizar todos antes o después...
pero solos.
NIÑO: (emocionado) ¿Nosotros
también emprenderemos ese viaje?
HOMBRE BORRACHO
CUENTISTA: Ay, crío inocente,
nosotros somos otro cantar. Viajaremos a nuestra manera pero cuando ella lo
h...
NIÑA: (gritando)
¡Cállate! ¡Callaos los dos!
(Se hace el silencio en la azotea, sus palabras han cruzado
el aire como un relámpago, solo los pájaros graznan. El HOMBRE BORRACHO
CUENTISTA toma un largo trago de su botella, esta vez whisky español, se pierde
un rato en las estrellas, que parpadean más fuerte que otras veces, y respira
profundamente)
HOMBRE
BORRACHO CUENTISTA: Yo creo en el alma como esencia en sí misma. Creo
que somos más que barro y sangre, que cerebro y ceniza; somos almas. Cada día
vamos guardando un trocito de nosotros mismos en ellas, y por eso nos pesan
tanto cuando las llenamos de preocupaciones. Un alma es como la espuma del mar:
si la ola es débil, la espuma no aparece, pero cuanto más fuerte rompa el agua,
cuanto más brille contra el cielo como plata batida, más fuerte será el alma y
más lejos llegará.
Nosotros
envejecemos... pero no nuestras almas. Nosotros morimos... pero no nuestras
almas. ¿Sabes esa sensación cuando nos despertamos en mitad de la noche
sacudidos por el vértigo? Parece que nos caemos pero en realidad estamos en
medio de la cama, y no hay peligro, ¿absurdo, no crees? Pues hay quien dice que
se trata de nuestra propia alma, que emprende un viaje donde ella se le antoja,
desprendiéndose de nuestro cuerpo para vivir a través de nuestros sueños. Y ese
vértigo, ¿adivinas qué es? Cuando vuelve rápidamente a nuestro cuerpo porque la
hemos sorprendido.
NIÑA:
¿Por qué me cuentas esto?
HOMBRE
BORRACHO CUENTISTA: Te cuento esto porque sabes que a M.E también le ha
pasado, porque la has visto temblar y has visto cómo su alma emprendía el vuelo
lejos del hospital. ¿Recuerdas cuando murió? (NIÑA solloza) Aquella
mañana estabas en la terraza, no aquí, sino en la terraza de tu piso. La mañana
era insultantemente soleada, hermosa, y los pájaros chillaban demasiado,
entrando y saliendo de los edificios abandonados... como hoy. ¿Y sabes dónde
estaba su alma? Vosotros ahí abajo no veis ni la mitad de las cosas pero yo sí
la vi, su alma había recorrido doscientos kilómetros para estar a tu lado, como
lo está ahora y lo estará siempre.
NIÑA:
No. Ella se ha ido.
HOMBRE
BORRACHO CUENTISTA: (rompiendo la botella de whisky contra el suelo) ¡NO!
¡NO SE HA IDO! ¿Es que no lo entiendes? Ella se aferró a la vida con todas sus
fuerzas, intentó combatir la enfermedad hasta el final, y mientras eso pasaba,
su alma se fortalecía más y más. Ahora puede llegar hasta donde ella quiera, y
creo que te ayudará más que nosotros a seguir luchando, y te enseñará mejor que
nosotros a amar la vida... como siempre ha hecho.
(El
líquido de la botella vacía serpenteó por el suelo de cristal hasta tocar la
mano de NIÑA. Sintió su tacto, suave y caliente, y sonrió)
NIÑA: Compañera
del alma...
Ese vértigo hasta resulta agradable muchas veces y otras veces hubiéramos deseado que nuestra alma no hubiese retornado a nuestro cuerpo. Eres fuerte Neeze, espero que lo sepas.
ResponderEliminarMuy bonito lo del vértigo, las verdades siempre lo son. Es precisamente la belleza que sentiste al escribirlo un indicio de que forma parte y actúa como punto de unión y relación de cada norma de esta la gran obra que algunos tratan de separar. Cuando pienso en la niña que finalmente hace de los versos de aquel hombre sabio una narración traducida al lenguaje de su condición, veo la conexión de vida (..alma, flujo, camino)a la que llamamos comprensión, otro indicio que muestra las dos caras opuestas: por una parte un mismo flujo, la vida; por otro, las circunstancias y medidas que la separan en formas aisladas, y la limitan en pedazos de carne sin sentido que buscan la respuesta para poner fin a esta larga espera. De lo que no se dan cuenta (o no nos damos) es que siguen caminando separados. Comprendo esa frase perdida en tu texto: "Según me ha dicho, allí ocurren más desgracias que alegrías" y es cierto, parece que entre los dos opuestos elegimos el segundo (circunstancias y medidas), porque las personas siguen siendo personas en lugar de gente y conforme dividimos, limitamos la gran mente. Este gran ego humano acabará destruyéndonos finalmente. Por eso esta nube hace ya tiempo que decidió perder su nombre, espera paciente a reunirse con las demás y formar una gran corriente.
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